martes, 22 de enero de 2013

Vístase, señora



Viernes, 18 de enero de 2013
 
VÍSTASE, SEÑORA
Alejandro Cañestro

            Aún a día de hoy existen muchas dudas sobre temas del pasado y los diseñadores y especialistas en indumentaria todavía se preguntan cómo diantres pudo hacer Mariano Fortuny algo tan prodigioso como la túnica Delphos. En efecto, para esta genial creación, que marcaba las curvas femeninas y acentuaba la sensualidad de la mujer con sus finos pliegues, Fortuny –hijo del pintor Mariano Fortuny y nieto del también artista Federico de Madrazo– ideó una máquina especial que pudiera hacer el tan enigmático plisado. El modista –modista porque hacía moda, no porque la cosía– se dejó seducir por la antigüedad griega y romana a raíz de unos viajes, pues no en vano esa túnica Delphos no es más que una extrapolación veinte siglos después de una palla romana o un peplo helenístico, es decir, túnicas largas hasta los pies confeccionadas con telas ligeras de pliegues casi imperceptibles.
            Fortuny en 1907 con este vestido rompe moldes y encabeza la vanguardia del diseño de moda, pues hasta ese momento las mujeres habían ido ceñidas, encorsetadas, con miriñaques que abombaban sus curvas. Se propone ahora una prenda que haga a la mujer más femenina, con pequeños detalles como un cinturón de raso a la altura de la cintura y  no de la cadera o cintas bordadas de cristales de Murano que servían para acortar o alargar las mangas si se tiraba de ellas.
            Fortuny se llevó el secreto a la tumba e incluso cuenta la leyenda que, una vez muerto, su esposa Henriette vertió los tintes que empleó su marido a los canales de Venecia para que nadie pudiera plagiar tan innovadora invención. Puede decirse, por tanto, que la túnica Delphos nació y murió con Fortuny, pues ninguna investigación ha conseguido dar con el proceso aunque se ha insinuado que la clave podría estar en la clara del huevo, que podría endurecer la tela una vez mojada. Con todo, nadie lo ha conseguido imitar. He ahí el prodigio.

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